La malicia del catador

Doblegar tu cuerpo; carne.

Hasta que tu existir sea mi lastre.

Toquetear hasta el hartazgo

Sin dejar lugar sin rastro.

Violentando cuerpos suaves

Dejo el espíritu aparte.

En cuanto haya mordido la fruta

Ya no tendré hambre.

Mi apetito es insaciable…

Y muchos son los árboles.

Así que cae y dios quiera

Te corresponda mejor destino,

Que sufrir de mis mordiscos.

No existe el otro lado de la montaña

Tierra yerma,

Hija de puta.

Tantos planetas…

Vacíos, sin vida

Tan aburrida y eterna

Se consume tu nada

Al pasar de los días

En los que nada pasa

Todo sigue,

Todos caminan, siguiendo tu flujo

Sin darse cuenta de que su destino

Es el propio tuyo.

Destino

Este suspiro adolorido e intoxicado

Constituido de esporádicos orgasmos fucsia neón,

Contrasta con tan triste cielo…

De este enfermizo gris amarillento.

Sucio y cáustico, me domina,

E impone su poder celestial;

Sobre mi delgado cuerpo blanco

A través de mis rojas arterias,

Que ceden a su inmundo influjo gravitacional.

Y sin afán, vela cualquier quizá.

Impone odiosamente su dictatorial vulgaridad

Su gris pavimento, polvo nácar infecto.

Se escurre en mi boca y en toda mi faz.

Me conquista un asesino vírico

Coloca su negra corona de tristeza

Sobre mi resquebrajada cabellera.

El rey titiritero se ha hecho con un rabioso adepto.

¡Yo transmuto mi dolor en orgía,

Y de la quietud siempre surge rampante el trueno!

Me regocijo en tus melodías corrosivas

Las deconstruyo y alimento en mis perversas fantasías.

Basta de fabulosas bestias tinturadas en oro

Y moteadas en ébano.

Seré saeta negra surcando los cielos.

En busca del maná infecto

Que prospera pútrido en tus suelos.